domingo, 9 de octubre de 2011

UNA CUESTIÓN DE IDENTIDAD

Por indicación de una persona importante para mí voy a dejar de “meterme” con la gente durante una temporada, concretamente durante siete semanas, que aprovecharé para describir las rutas que recomendamos a nuestros clientes con el fin de que conozcan nuestra linda comarca.

Antes considero oportuno dedicar un artículo para describir la Mariña de Lugo. La tierra donde nací y donde están enclavados los espacios recomendados que iremos conociendo en las próximas semanas.

La Mariña es una comarca natural que ocupa toda la costa de la provincia de Lugo.
Al este Asturias verde, frondosa y siempre querida, que mirando al sur desde el estuario del Eo la vista confunde los montes de la Bobia con las sierras gallegas que acompañan al río en su transcurrir desde la sierra de Meira.
Por el poniente La estaca de Bares. Referente náutico y punto más septentrional de la península Ibérica. Y entre ambos una comarca que,  quedará grabada, e como si a fuego fuese, en el alma del visitante.
Mar y monte, prados, laderas verdes cubiertas de arbolado que abrigan y no suficiente de los “Vientos Vendavales”, como los llamaba mi abuela. Esos que cargados de calor castellano, cuando cesan, nos traen lluvia suficiente para que nuestras campiñas y cerros parezcan esmeraldas, siempre verdes. Esos que durante las noches eternas del invierno zumban acompañando a las galernas  levantando olas gigantescas asombro de turistas  y desazón de navegantes.
Desde los altos de las montañas la tierra semeja un cuadro de verde fondo plagado de formas caprichosas, más o menos regulares. Obra sin duda de esforzados labradores. Gente meticulosa, sufrida y siempre hospitalaria  que arrancan a la tierra los frutos que ella tiene a bien ofrecer, gracias a los cuales los hombres y mujeres de mi oficio podemos brindar un sin fin de viandas que calman el hambre, alegran la vida y reponen las fuerzas de nuestros amigos y visitantes.
También desde los cerros y después de los montes y sembrados; allá…; pasados los prados está el mar. Inmenso, extraordinario, verde o azul las más de las veces pero gris plomizo y fúnebre en los temporales integrándose en el cosmos junto con el tañido de una campana tocando a muerto en un pueblo marinero… Pocas veces pasa esto. Pero pasa…
En las villas y pueblos todo sigue su orden, Los tenderos ordenan sus escaparates ofreciendo mil mercadurías a precios tan diversos como variado es el surtido de las mismas.
Los carniceros despiezan las canales ajustando sus singulares escalpelos al gusto y al peso deseado por sus clientes y en los puestos de pescado las variedades se disponen en un orden perfectamente estudiado dando la impresión, en algunos casos, que ciertas piezas se contraen todavía en un espasmódico aspaviento indicando su frescura y su peculiar rebeldía ante la muerte.
Al fondo de la plaza un cura pasea acompañado de unas viejas enlutadas. Posiblemente vayan a la iglesia a cumplir con la novena de turno y a rezar por el alma de alguien que ya nadie recuerda.
En las villas de La Mariña pasa lo mismo que en el resto de los pueblos del país. La vida transcurre tranquila, placida y sosegada como si no fuese con la gente que los habita. Como si la presencia del hombre fuese, lo que en realidad es, un accidente pasajero.
Esta es mi tierra, a la que yo os emplazo a descubrir y a disfrutar. Terruño que espero, en las semanas sucesivas, conozcáis un poco más y un poco más la queráis gracias a mis relatos.
Si eso consigo, me doy por satisfecho y bien pagado. Sino solo os queda venir a conocerla y veréis que es …inenarrable y que no se puede contar.
Hasta dentro de una semana, amigos míos.

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